La Ciudad Blanca lucha por sobrevivir en la Mosquitia hondureña
El tesoro arqueológico y natural del “Dios Mono” enfrenta una amenaza silenciosa: la deforestación que avanza pese a su protección oficial.

Tegucigalpa-Honduras. En el corazón de la Mosquitia, entre montañas densas y ríos que apenas dejan pasar la luz, se esconde uno de los lugares más fascinantes de Honduras: la Ciudad Blanca, conocida también como la Ciudad Perdida del Dios Mono. Es un sitio que parece suspendido en el tiempo, donde los restos de una civilización antigua conviven con un ecosistema que respira vida en cada rincón.
Aunque los relatos sobre su existencia han acompañado por décadas a las comunidades de la zona, fue hasta 2015 cuando arqueólogos británicos confirmaron oficialmente el hallazgo. Desde entonces, las excavaciones han revelado esculturas, figuras de hombres jaguar, herramientas ceremoniales y piezas que permanecieron ocultas por más de mil años. Cada descubrimiento apunta a un pueblo que logró coexistir con la selva de manera excepcional.
Pero la riqueza de la Ciudad Blanca va más allá de sus vestigios arqueológicos. La ausencia humana durante siglos convirtió a la zona en un refugio para especies únicas. Investigaciones del Programa de Evaluación Rápida (RAP) documentaron una explosión de biodiversidad: mariposas, polillas, murciélagos, reptiles y anfibios, incluyendo especies desconocidas para la ciencia y otras que se creían extintas, como el murciélago de cara pálida o la serpiente coral de árbol falso.
Sin embargo, este equilibrio está en riesgo. La deforestación impulsada por la agricultura ilegal avanza hacia un territorio que, aunque declarado área protegida en 2015, continúa vulnerable por su lejanía, la falta de vigilancia efectiva y las rutas clandestinas que cruzan la zona.
Preservar la Ciudad Blanca no es solo proteger ruinas o conservar especies. Es defender un laboratorio natural que guarda respuestas para la ciencia, la historia y la identidad hondureña. Conocerla, divulgar su importancia y apoyar su conservación es clave para que este tesoro milenario no se pierda entre la maleza y el olvido.






