Maduro, quien lleva más de una década destruyendo el país, reafirma su poder en medio de un fraude electoral y un pueblo atrapado bajo su yugo dictatorial.

Caracas, Venezuela .-. Hoy, Nicolás Maduro fue juramentado una vez más como presidente de Venezuela, perpetuando su régimen dictatorial en un país que ya lleva años de sufrimiento bajo su control. El autoproclamado “presidente” de Venezuela ha sido el artífice de una de las dictaduras más destructivas del continente, ignorando la voluntad popular y sometiendo a la nación a una crisis humanitaria sin fin.
Maduro, quien asumió por primera vez el poder en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez, ha utilizado cada recurso a su disposición para mantenerse en el poder, a base de fraudes electorales, represión brutal y un control absoluto de las instituciones del país. Hoy, en un acto de burla al pueblo venezolano, vuelve a juramentarse como presidente para el período 2025-2030, con un país entero devastado por la crisis económica, la violencia y la persecución política.
Este nuevo mandato de Maduro no es más que la reafirmación de su régimen dictatorial, que lleva años destruyendo las bases democráticas de Venezuela y sumiendo a su gente en la miseria. A pesar de los llamados internacionales a la democracia y el respeto a los derechos humanos, Maduro sigue reforzando su poder mediante la represión, mientras millones de venezolanos huyen de su país en busca de libertad.
Con la nueva juramentación, Maduro demuestra que no tiene intenciones de ceder el poder ni de detener la destrucción de Venezuela, a la que ha reducido a la ruina económica, política y social. Mientras la comunidad internacional lo condena, él se mantiene firme, sin importar la devastación que ha causado, con la única meta de perpetuarse como dictador a costa del sufrimiento de su pueblo.
El acto de hoy no solo es un recordatorio de la dictadura que vive Venezuela, sino también de la tragedia de un pueblo que sigue atrapado en las garras de un dictador dispuesto a destruir todo lo que queda del país para seguir aferrado al poder.